7/10/08



Mentalidad Televisiva

“Pero, ¿cuál es la importancia del Café Santos para mí y para este libro? Más allá de la nostalgia de un Chile que fue y ese estilo de vida chileno, hay otro hecho que me parece relevante… Fue ahí donde empezó a gestarse uno de los programas más famosos en la historia de la televisión chilena: A esta hora se improvisa.

A fines de los 60 yo era más bien conocido como un personaje de teatro, aunque ya estaba metido también en publicidad. Había hecho un breve debut en la pantalla chica cuando recién se formó la televisión en Chile… Se acepta como un consenso que la primera estación televisiva del país fue el canal de la Universidad Católica de Valparaíso, que hizo una transmisión experimental para cuatro cuadras. Pero, la verdad es que la primera transmisión de televisión en nuestro país la hizo la Universidad de Chile.

Fue en la Facultad de Ingeniería, en la calle Beaucheff, al lado del Club Hípico. Raúl Aicardi, a quien antes habían nombrado director de Radio Chilena, asumió en ese momento la dirección de este canal, donde todo era muy rudimentario. El estudio ocupaba apenas dos piezas. Y digo intencionalmente piezas y no sets, porque no medían más de cuatro por seis metros. Como tampoco había dinero, la programación completa del día duraba unas tres horas, donde se contemplaba un noticiario y dos o tres cosas más. En este noticiario no había registro en imagen de los hechos; solo un locutor que leía en cámara y nada más. Igual como en la radio, solo que uno podía ver la cara del tipo. El resto de la programación lo constituía lo que podían hacer. Programas cortos, algún conjunto musical, alguien que tocaba guitarra, eso es todo…

Para llenar espacios, Raúl buscaba obras de teatro. Un día me llamó y me dijo:
-Tráeme (la obra) El Cepillo de Dientes, por favor.

Lo llevamos. Fuimos con la Carla Cristi y El Cepillo de Dientes para pasarla por televisión. Todo era insólito. No existían bastidores, apenas había espacio hacia los lados. El suelo se marcaba con unas rayas de scotch gigante. Nos explicaron su significado: Si pasábamos hacia adentro de la marca, entonces estábamos en cámara. Si nos quedábamos entre la marca y los muros del pequeño set, entonces estábamos fuera de cámara, no nos veíamos. El problema es que casi no había espacio “fuera de cámara”. Por ejemplo, en una escena que sucedía en el comedor, se suponía por libreto que yo estaba en el dormitorio. Pero en verdad estaba exactamente a dos metros, muy pegado contra la pared, mientras Carla actuaba. De repente ella gritaba “¡Guaguaaa, está listo el desayuno!”. Y yo daba un paso desde detrás del scoth hacia adentro y ¡ya! Un sólo paso y estaba adentro de la escena. No recuerdo cuánta gente había dentro del set, pero imagino que había una sola cámara puesta al medio y el camarógrafo que la manejaba. Era la precariedad misma, pero tenía su poesía.

Después vino el Mundial de fútbol en Chile, en 1962. La televisión universitaria comenzó su desarrollo y se fue haciendo masiva. Todo esos es una historia archiconocida.”

Jaime Celedón, actor, publicista, director, político, escritor, es sin lugar a duda, un protagonista y espectador referencial del Chile de los últimos cincuenta años. En su libro “Memorias que olvidé en alguna parte” (Editorial Aguilar), repasa los principales hechos de los cuales ha sido testigo y que, por una suerte de añadidura, también han marcado el ritmo del país en el último tiempo.
Así es como recuerda, entre tantos otros, el momento en que recién se empezaba a construir este sueño ilimitable que, sin si quiera sospecharlo, iba a cambiar la forma de actuar de sus consumidores. Demasiado elemental comenzó una industria que hoy mueve millones de pesos y que es un referente en casi todos los ámbitos. Imaginarse más de un metro cuadrado sin un televisor, parece imposible.
Sin embargo, los albores de este fenómeno propio de las nuevas técnicas de comunicación de masas, fueron así de simple como lo cuenta Jaime Celedón. Como no, si en un principio, la labor que tenía la televisión, era la de educar mediante sus imágenes al público. Por eso que los primeros experimentos se realizaron en casas de estudios superiores. Lo importante era que el mensaje, ahora de forma audiovisual, dejará algo para reflexionar y aprender.
Ha pasado el tiempo, y el verbo educar pocas veces se puede conjugar cuando uno revisa la parrilla programática nacional. A lo sumo, uno que otro programa dedicado a la cultura, “casualmente” ubicado los días domingo y a horas en que los televisores descansan al unísono que sus patrones, más un popurrí de producciones que pocas veces tienen la difusión que se merecen.
Qué duda cabe que la televisión estruja hasta el ultimo momento sus técnicas de persuasión, lo que la convierten en el medio de comunicación de masas con más influencia entre la población, algo entendible si pensamos todo el material que circula en cada canal, ya sea de señal abierta o cable, y que puede lograr que, si alguien lo desease, un televisor se mantenga las 24 horas prendidas, y nadie se sienta culpable.
Propia de las nuevas costumbres que venían de Estados Unidos (uno de tantas), los primeros contactos con la televisión fueron gracias a la información que venía del país del norte, ya sea en revistas, libros, periódicos, donde se comentaba sobre este fenómeno de los años cincuenta, como parte fundamental de la imagen de la sociedad norteamericana, indicando una suerte de desarrollo y adelanto que ornamentaba aún más la postal del estilo de vida americano.
Fue así como la televisión se apropió de una gran difusión y su relevancia comenzó a ser mayor en la sociedad, en comparación con los otros medios, pues modificó, radicalmente, conductas sociales, costumbres familiares y estructuras de pensamiento. Muchos chilenos (claro está, los con más poder adquisitivo) empezaron a dejar de lado el comedor como centro neurálgico para reunirse en familia, dándole mucha más importancia al living que acogía día y noche ha aquella cajita mágica. No pasó mucho tiempo para que la televisión fuera la principal herramienta en la nueva estructura jerárquica de la comunicación de masas. Rápidamente se convirtió en un elemento indispensable, dejando muy de lado a la radio, el cine y la prensa escrita. Ya no bastaba con tener un aparato, mejor era comprar otro y ponerlo en la pieza, o donde fuera más útil. Está claro, el mundo ya se había moldeado, y la televisión estaba incrustada en la memoria colectiva, regalándonos las piezas perfectas para armar en nuestro cerebro, una mentalidad televisiva.




10/6/08

COLGADOS DE LA FE



-Amén.

-Amén, hermano.

-Amééén

La palabra amén se ha repetido más de veinte veces en las bocas de los fieles reunidos en la pequeña Iglesia evangélica “Apostólicos de la Fe”, ubicada en calle Clave, a un costado de la Plaza Echaurren A la misa acuden jóvenes con pasado como drogadictos, ancianos que vieron pasar su vida tras una buena botella e inquietas guaguas que ni piensan en lo que pasa en su alrededor. Todos juntos en las bancas, concentrados en la fe.

El hermano Francisco tiene casi cincuenta años y lleva en la chaqueta de su terno un distintivo de oro falso que dice la palabra “Jesús”. Él es el encargado de recibir con el más fraternal de los abrazos a cada persona que cruza el umbral entre las calles del Barrio Puerto y este templo de la esperanza. A todos los saluda con efusividad y vocifera sus bendiciones a los cuatro vientos.

Quien pone su pie en esta Iglesia repara enseguida que no es como las monumentales e históricas construcciones que uno acostumbra a ver en televisión. Es una sala de un poco más de diez metros cuadrados, adornada con varias cartulinas de color rosado con dibujos de los jóvenes fieles, además de una gran Biblia de cartón pegada a la pared que invita a seguir la luz del Señor. Ver un cáliz de oro o alguna imagen de un santo es poco probable. Los evangélicos critican la devoción católica por las imágenes de culto y consideran que su misión es algo más que adorar figuras de buena madera.

Por unos añosos parlantes que piden a gritos una revisión técnica, el pastor Rufino Pérez, presidente nacional de esta misión, habla y habla sin cesar.

- Que el Señor los bendiga hermanos. Todos aquellos que vienen incorporándose a nuestra iglesia pasen y no tengan miedo de sentarse junto a nosotros y el Señor.

- Amén, amén- grita la gente mientras el pastor continúa hablando.

- Aquí tenemos ayuda para todos. Si sienten que su vida esta mal, acérquense al Señor, él siempre los cuidará y los resguardará”.

- Amén.

Tras las palabras del pastor, viene un instante de reflexión. Todos se ponen de rodillas pero, a diferencia de las misas tradicionales, aquí le dan la espalda al orador. Es el momento en que hay que pensar en lo bueno y lo malo que se ha hecho. Algunos hombres se ven muy afligidos, mientras piensan, casi arrepentidos. Uno imagina que deben ser tantos los problemas que los acongojan, que tienen mucho que pedirle al de arriba. Mientras la mayoría medita, en el escenario un joven colegial afina la batería con la que acompaña musicalmente cada intervención del pastor. El hermano Francisco comenta que el Pastor Pérez lleva más de 25 años en esta Iglesia y que es uno de los pastores evangélicos más experimentados.

-¿Qué características tiene que tener para llegar a este cargo?

- “Primero que nada tiene que ser correcto en todo momento de la vida y muy comprometido con la palabra del señor. No puede tener ninguna falla, debe ser intachable, aunque es obvio que nadie es perfecto y todos comentemos errores. Lo importante es que sean los menos posibles y que nadie se dé cuenta de ellos”.

Rufino Pérez sabe también que todos cometemos errores. Para este comerciante porteño, alcohólico durante nueve años, lo importante es como recibe uno el milagro del señor. “Yo no creía para nada en esto, era un católico como cualquiera, pero el día que entre al templo, sentí que el milagro de Dios estaba tomando posesión de mí. El Señor es sabio y nunca va a fallar en su predicción. De ahí han pasado ya veintinueve años ayudando y rescatando a todos los que lo necesiten, así como yo alguna vez lo necesite”.

Este rehabilitado hombre da cuenta de cómo es la sufrida vida de esta institución. “Aquí no tenemos nada, y menos tenemos ayudas externas como otros cultos, sin embargo, eso es lo de menos cuando hay gente afuera que necesite nuestra ayuda. Tenemos la suerte de haber sacado a muchos del alcoholismo, las drogas y también de haber ayudado a muchos niños desamparados. Nuestra misión aquí es esa, nunca vamos a dejar de cumplirla, aunque no tengamos un peso”.

El pastor se acomoda la corbata y empieza un servicio que se extenderá por casi tres horas.

“Mira, ¿ves a esos dos flaquitos? Vienen hace poco, estaban súper metidos con las drogas, vendiendo las cosas de la casa, hasta su ropa cambiaban por pitos y leseras. Y ahora mira como están, con la palabra de Dios entre sus manos”, dice orgulloso el hermano Francisco. Se refiere a dos jóvenes vestidos de terno y corbata, de delgadez extrema, probablemente forjada a punta de paraguazos y monos de pasta base. Ahora, según ellos, han cambiado.

Dicen que mientras menos se tiene, más solidario se es. En la Iglesia, cada parroquiano deja a un costado de la tarima principal diferentes alimentos, casi como ofrendas. Bolsas de azúcar, kilos de arroz, litros de aceite, paquetes de fideos, todos los elementos que requiere una canasta familiar son donados para que sean ocupados por quien más lo necesite. También la caridad puede tener precio y es por eso que los hermanos pasan recogiendo cualquier aporte voluntario que salga de los escuálidos bolsillos de los presentes. Como cualquier institución, “Los Apostólicos de la Fe” tienen que pagar el arriendo del local y las cuentas de agua, luz y gas. Dicen que no tienen apoyo externo, todo se sostiene gracias a la fe.

La jornada transcurre al ritmo que el pastor va llevando a su rebaño. Todos quedan eclipsados por sus palabras y las muestras de devoción son constantes. Parecen depositar en él las pocas esperanzas que les quedan; necesitan cargarse de fuerza y energía para comenzar una nueva y dura semana.

Anochece y la calle Clave empieza a llenarse de necesitados que buscan techo en el Ejército de Salvación. En esta institución, que colinda con la de los evangélicos, se puede pasar la noche por módicos seiscientos pesos. Muchos ya vienen con varias cajas de vino de más y son presa fácil de sus propios temblores. Sin casi darse cuenta, terminan durmiendo en cualquier rincón, sobre un cartón y cubriéndose con una apolillada frazada.

El final de la noche también llega para todos los fieles. El pastor Pérez desconecta el micrófono y da por terminada una emisión más de su particular servicio religioso. Es hora de emprender el retorno a casa. Ya no hay tiempo para rezar.

13/5/08


Plaza Echaurren: Sin Anestesia

“La plaza Echaurren no tiene domingos, su semana concluye el sábado. Ese día amanece de fiesta y sus mercados y emporios, se ven invadidos por gente animadas y alegres, recién pagadas, que se alejan portando mercadería, frutas. Por las noches nuestra plaza es ruidosa, agresiva, y sus gentes entran y salen de los bares en grupos bulliciosos. Como es natural, al día siguiente amanece mohína, cansada, triste en estado de componer el cuerpo” (Carlos León).


En un programa de televisión dedicado al periodismo denuncia, emitieron un capítulo en que su temática principal fue mostrar como actuaban los temidos “choros del puerto” de Valparaíso. Ocho meses de monótono trabajo, y los resultados arrojaron imágenes de una banda de lanzas que hacían gala de su profesión ante los descuidados porteños, mujeres que vendían cigarrillos de dudosa procedencia, pero que ante los ojos de los amantes de este placer, eran una tentación difícil de dejar pasar por su módico precio, y jóvenes, que agregándole un toque de modernidad a su peculiar trabajo, “piratean” y venden las películas que ni si quiera en las carteleras del cine están anunciadas.
Al ver esta transmisión uno puede pensar que en Valparaíso está ardiendo Troya, que se ha convertido en una jungla donde gana el más fuerte o que son los amigos de lo ajeno quienes llevan el timón del Puerto Principal. Sin embargo, eso está lejos de pasar en el Valparaíso del día a día.
Dicen los que no saben, que uno de los puntos más peligrosos es la popular Plaza Echaurren. Que allí pululan la más diversa gama de personajes que le dan vida y color al otrora “Barrio Chino”. Muchos ahí han forjado sus amargas vidas a punta de botellas de pisco y la más variada gama de cajas de vino que cuestan menos de mil pesos.
No hay duda. Llegar y sentarse en la Plaza Echaurren es incrustarse en el Valparaíso de comienzos del siglo veinte. Es ver en blanco y negro la postal de un Puerto que en ese momento pareciera no avanzar. Es imaginarse los años de bonanza que explican las inmensas bodegas del sector y que de seguro se llenaban de portuarios descargando las más diversa cantidad de productos que entraban por la puerta principal de Chile.
La plaza ubicada en pleno corazón del Puerto, tuvo varios nombres y personalidades (de Armas, Mayor, Municipal) hasta 1876, cuando se le rebautizó con el nombre de uno de los intendentes más particulares y excéntricos que ha tenido Valparaíso: Francisco Echaurren. Para él, la justicia empezaba en sus propias manos. Es por eso que acostumbraba en salir camuflado, a controlar que en su ciudad todo estuviera en calma. Y si alguien osaba ensuciar o tirar basura (los “delitos de esa época”), tenía un destino bastante claro: la cárcel. Así que con Don Francisco, lo mejor era portarse bien.
Pero no todo era rigurosidad, ya que bajo su mando, la ciudad vivió una de las actividades culturales más rimbombantes y glamorosa de la cual se tengan registros y que se mantuvo de boca en boca como un mito urbano por varias generaciones. Era la “Fiesta de las Escuelas”, que hizo bajar a todos los niños de las escuelas porteñas hacia el plan y que estuvo financiado íntegramente por Echaurren, que en un acto poco usual para estos “tiempos modernos”, desenvolvió cincuenta mil pesos de esa época, para que su querido Puerto tuviera una fiesta como se merece. No hay como dudar entonces, el porque del nombre de este lugar. Si hay alguien que merecía como homenaje por su legado a Valparaíso, que la plaza principal del Barrio Puerto llevara su nombre, indudablemente era el de este connotado político nacional.
Rodeada de locales de fiambres, ferreterías navales, botillerías, lugares de apuestas que son la delicia de los amantes de la hípica y emporios que se niegan a desaparecer, la Plaza Echaurren no da ningún indicio de que allí la delincuencia suba tan rápido como la espuma de una cerveza, como se menciona en algunos medios. Es más, a las señoras que transitan por acá, nada de eso les importa y sólo piensan en la mejor forma de cargar sus añosas bolsas de ferias por las interminables escaleras porteñas.
Así como las farmacias, cuando uno agacha la cabeza, los humildes indigentes también se multiplican por montón. De repente hay que esquivarlos como obstáculos, otras explicarles que no hay plata para regalar, pero que si puede haber un espacio para compartir algún cigarro u otro elemento que sacie por algunos minutos, la ansiedad permanente que tienen las personas que viven de la poca caridad de las personas.
Todos ellos tratan de recolectar el dinero necesario para pasar una noche algo más digna en el Ejercito Salvación, institución ubicada en un sector en que el olor a “paragua” y el de unos fideos ultra blancos, se mezclan y hacen despertar el apetito de las personas que al caer la noche, no tienen una mesa donde sentarse ni menos una casa donde vivir. ¿Salsa de Tomate o queso para acompañar los fideos? Ni pensarlo. No hay como un vino para acompañar la cena de las siete de la tarde. Así el cuerpo ya se comienza a preparar para recibir una cantidad de alcohol que pasada la medianoche, será en abundancia
Entre esta diversa flora y fauna porteña, quienes realmente son los protagonistas de este “reality”, son su innumerable cantidad de particulares y variopintos personajes que ornamentan “La joya del Pacífico”. Uno de ellos es la “Totó”, quien refugiada en las escaleras de mármol que abundan en Errázuriz, fuma y fuma pasta base, con tanta pasión como cuando sale a turistear al sector financiero, causando el enojo y repudio de quienes visten terno y corbata.
Es que los efectos de las drogas no pasan en vano en esta pequeña mujer que no debe superar los treinta años, y que ya casi como una costumbre, roba en panaderías y cafés, lo que habitualmente la hacen merecedora de los golpes de puños de los trabajadores que abusan de ella. A la “Totó” estos golpes de seguro no le importan ni le afectan. Los pipazos de pasta base han sido tan crudos, que su cuerpo ya asimila de buena forma estos puñetazos. Para ella lo importante es tener algo que comer o dinero para seguir solventando su vida marcada a fuego por el rigor y la soledad.
La “Totó” no es más que el reflejo de una parte de Valparaíso que se ha dejado muy de lado y que pareciera un fierro tan caliente para las autoridades, que ninguno ha querido quemarse las manos con este problema. Pese a esto, quienes viven en ese histórico lugar del Puerto no se hacen problemas. Una buena caja de vino en la mano y una vieja frazada, acompañada del cartón de turno, son los elementos necesarios para pasar una noche más en la popular Plaza Echaurren. Es la vida que le tocó a quienes no tuvieron la fortuna de otros, pero que sin embargo, disfrutan de los placeres de la vida con el mismo entusiasmo y fuerza que la mayoría de las personas. Eso si, sin anestesia.
NIÑA CON TRAJE DE GRANDE

-¿Oye y tu cuántos años tienes?
- Tengo veinte
-¿En serio? Eres más chica que yo entonces
- Si poh, si en este trabajo se parte de joven, viste que así los viejos nos pasan más platas, porque tenemos mejor cuerpo y tenemos que aprovechar. Si mal que mal, este es un trabajo como cualquiera.

Andreita es una de las 8 chiquillas que ornamenta el café Rito’s, ubicado en pleno corazón porteño y en un sector en que los cafés con piernas abundan tanto o más que las farmacias. Este lugar es chico en su primer piso, por lo que con 10 personas ya hay mucho trabajo por hacer. Así fue como conocimos a esta joven que vive en el Cerro Florida y que tuvo un breve paso por un establecimiento de educación secundaria.

- ¿Y tú que haces?
- Este año estaba estudiando secretariado, pero después me salí, estaba mejor en esto, aparte que me voy a vivir a Iquique, allá esta mí marido.
- ¿Y tu ya te casaste?, si eres tan chica
- Si, es que sabis que, he “carreteado” harto ya, si desde como los 13 años que me gusta huebiear, y aparte, ya cumplí mi sueño erótico
- ¿Y cual sería?
- Que me lo hicieran tres hombres. Y lo hice hace como un mes con tres amigos suecos...

El reggeton pega fuerte en los parlantes del Rito’s y un parroquiano con las copas pasadas, bota uno tras otro los envases de botellas, provocando las risas de las niñas. Las chicas que trabajan en este local son de variadas contexturas y edades. Una niña de 18 años de excelente cuerpo (propio de la edad) baila para pasar el frío, mientras una señorita algo más gruesa en su contextura, hace todo lo posible para que los fieles seguidores junten las monedas para realizar un sensual baile.


-Esta semana parto a Iquique, allá donde está mi esposo –dice Andrea.
- ¿Y tu marido que hace?
- El era mi guardia cuando yo bailaba en el Vakagerash, allá en el Puerto, ahí nos empezamos a gustar y después de una noche de juerga en que quedamos locos, nos fuimos con lo puesto a Iquique.
-¿En serio?, que jugada eres.
-Si poh, y allá me quedé un tiempo y mi marido encontró trabajo de guardia en una disco, así que se quedó allá y yo vine a buscar mis cosas y me voy. Si más encima tengo que hacerme la plata esta noche, viste que el pasaje me sale 20 lucas y no tengo ninguno.


Después de aquel comentario, uno se puede dar cuenta que las chicas que trabajan en los cafés no la tienen fácil. A nadie le debe gustar tener que andar seduciendo y atendiendo a viejos “verdes” que viven esta doble vida de ejemplares esposos, pero que cuando entran a los cafés con piernas, se transforman en verdaderos coyotes a la espera de alguna presa

-Eso es lo que no me gusta de esta pega-cuenta sincerándose-, tener que soportar a los viejos que de repente son súper jotes; debe ser porque en las casa los manda la señora y acá se vienen a hacer los machitos. Acá no vienen muchos cabros, si al final ¿quien de nuestra edad pagaría tanto por tomarse un copete o mirar minas?, ni yo lo haría.

Andreita tiene que atender, ya que necesita obtener el dinero para viajar. De un momento a otro, comienza a hablar y sacarle dinero a un hombre de terno que maneja un Hyundai Elantra último modelo. La tarea va por buen camino.

Nueve de la noche en el Valparaíso invernal, y el turno de Andreita llegó a su fin.


- Pucha que me fue bien, me hice 32 lucas, estoy más que salvada- dice, sintiéndose aliviada.

Tras, literalmente, vestirse, sale por la puerta del café Ritos sin pasar desapercibida. Luego de cruzar esas negras puertas y ventanas que esconden un mundo casi paralelo y el cual muchos desconoces, es una joven más paseando por las calles porteñas.

- Cuando quieras anda a visitarme a Iquique, allá voy a trabajar de cajera en un restaurante.
-¿O sea vas a dejar el rubro Andreita?
-Si, yo cacho que si, es que es muy desordenado y es demasiada droga y noche. Aparte, allá voy con mi marido y demás hacemos aguante.
-¿Y si te va mal?
- Bueno ahí tendré que volver al rubro, total: ¿tengo un bueno cuerpo o no?
-Mmm… si igual, aunque he visto mejores jaja…
-Claro ellaaa… jaja…

12/5/08

"Al leer los blog, me río sin parar"

Tom Wolfe, reconocido por imponer su Nuevo Periodismo, junto otros “locos” como Hunter S. Thompson y Truman Capote en los revolucionarios años 60 norteamericanos, sigue al pie de la letra los nuevos fenómenos tecnológicos, y se atreve a opinar sobre blogs y algunas otras cosas, en su paso por la Feria del Libro de Buenos Aires. Según él, el periodismo nunca morirá, ya que aunque desaparezca la hoja impresa (algo probable, debido a la masificación y costumbre de Internet), siempre se va a necesitar estar leyendo algo, ya sea vía on-line, o de la romántica forma tradicional. Incluso se atreve a decir que “los jóvenes hoy confían más en los blogs que en cualquier organización de noticias, ya que siente que ellas son un truco del gobierno para hacerles creer que esa es la única verdad”.
Tuvo la mala ocurrencia de decir que había votado por Bush, y desde ese día siente que lo miran raro; ha sido invitado en dos capítulos de la archireconocida serie animada Los Simpsons, algo que lo hace sentir importante; Brian de Palma llevó al séptimo arte, su máxima creación “La hoguera de las Vanidades”. Tom Wolfe, para bien o para mal, ya es un inmortal en el periodismo. Por eso, siempre será interesante escuchar sus palabras, enfundados en ese traje blanco que lo hace sentir como un dandy.

En la foto, junto a su imagen sin cabeza, una interesante conversacion con el público asistente a la Feria bonaerense.