7/10/08



Mentalidad Televisiva

“Pero, ¿cuál es la importancia del Café Santos para mí y para este libro? Más allá de la nostalgia de un Chile que fue y ese estilo de vida chileno, hay otro hecho que me parece relevante… Fue ahí donde empezó a gestarse uno de los programas más famosos en la historia de la televisión chilena: A esta hora se improvisa.

A fines de los 60 yo era más bien conocido como un personaje de teatro, aunque ya estaba metido también en publicidad. Había hecho un breve debut en la pantalla chica cuando recién se formó la televisión en Chile… Se acepta como un consenso que la primera estación televisiva del país fue el canal de la Universidad Católica de Valparaíso, que hizo una transmisión experimental para cuatro cuadras. Pero, la verdad es que la primera transmisión de televisión en nuestro país la hizo la Universidad de Chile.

Fue en la Facultad de Ingeniería, en la calle Beaucheff, al lado del Club Hípico. Raúl Aicardi, a quien antes habían nombrado director de Radio Chilena, asumió en ese momento la dirección de este canal, donde todo era muy rudimentario. El estudio ocupaba apenas dos piezas. Y digo intencionalmente piezas y no sets, porque no medían más de cuatro por seis metros. Como tampoco había dinero, la programación completa del día duraba unas tres horas, donde se contemplaba un noticiario y dos o tres cosas más. En este noticiario no había registro en imagen de los hechos; solo un locutor que leía en cámara y nada más. Igual como en la radio, solo que uno podía ver la cara del tipo. El resto de la programación lo constituía lo que podían hacer. Programas cortos, algún conjunto musical, alguien que tocaba guitarra, eso es todo…

Para llenar espacios, Raúl buscaba obras de teatro. Un día me llamó y me dijo:
-Tráeme (la obra) El Cepillo de Dientes, por favor.

Lo llevamos. Fuimos con la Carla Cristi y El Cepillo de Dientes para pasarla por televisión. Todo era insólito. No existían bastidores, apenas había espacio hacia los lados. El suelo se marcaba con unas rayas de scotch gigante. Nos explicaron su significado: Si pasábamos hacia adentro de la marca, entonces estábamos en cámara. Si nos quedábamos entre la marca y los muros del pequeño set, entonces estábamos fuera de cámara, no nos veíamos. El problema es que casi no había espacio “fuera de cámara”. Por ejemplo, en una escena que sucedía en el comedor, se suponía por libreto que yo estaba en el dormitorio. Pero en verdad estaba exactamente a dos metros, muy pegado contra la pared, mientras Carla actuaba. De repente ella gritaba “¡Guaguaaa, está listo el desayuno!”. Y yo daba un paso desde detrás del scoth hacia adentro y ¡ya! Un sólo paso y estaba adentro de la escena. No recuerdo cuánta gente había dentro del set, pero imagino que había una sola cámara puesta al medio y el camarógrafo que la manejaba. Era la precariedad misma, pero tenía su poesía.

Después vino el Mundial de fútbol en Chile, en 1962. La televisión universitaria comenzó su desarrollo y se fue haciendo masiva. Todo esos es una historia archiconocida.”

Jaime Celedón, actor, publicista, director, político, escritor, es sin lugar a duda, un protagonista y espectador referencial del Chile de los últimos cincuenta años. En su libro “Memorias que olvidé en alguna parte” (Editorial Aguilar), repasa los principales hechos de los cuales ha sido testigo y que, por una suerte de añadidura, también han marcado el ritmo del país en el último tiempo.
Así es como recuerda, entre tantos otros, el momento en que recién se empezaba a construir este sueño ilimitable que, sin si quiera sospecharlo, iba a cambiar la forma de actuar de sus consumidores. Demasiado elemental comenzó una industria que hoy mueve millones de pesos y que es un referente en casi todos los ámbitos. Imaginarse más de un metro cuadrado sin un televisor, parece imposible.
Sin embargo, los albores de este fenómeno propio de las nuevas técnicas de comunicación de masas, fueron así de simple como lo cuenta Jaime Celedón. Como no, si en un principio, la labor que tenía la televisión, era la de educar mediante sus imágenes al público. Por eso que los primeros experimentos se realizaron en casas de estudios superiores. Lo importante era que el mensaje, ahora de forma audiovisual, dejará algo para reflexionar y aprender.
Ha pasado el tiempo, y el verbo educar pocas veces se puede conjugar cuando uno revisa la parrilla programática nacional. A lo sumo, uno que otro programa dedicado a la cultura, “casualmente” ubicado los días domingo y a horas en que los televisores descansan al unísono que sus patrones, más un popurrí de producciones que pocas veces tienen la difusión que se merecen.
Qué duda cabe que la televisión estruja hasta el ultimo momento sus técnicas de persuasión, lo que la convierten en el medio de comunicación de masas con más influencia entre la población, algo entendible si pensamos todo el material que circula en cada canal, ya sea de señal abierta o cable, y que puede lograr que, si alguien lo desease, un televisor se mantenga las 24 horas prendidas, y nadie se sienta culpable.
Propia de las nuevas costumbres que venían de Estados Unidos (uno de tantas), los primeros contactos con la televisión fueron gracias a la información que venía del país del norte, ya sea en revistas, libros, periódicos, donde se comentaba sobre este fenómeno de los años cincuenta, como parte fundamental de la imagen de la sociedad norteamericana, indicando una suerte de desarrollo y adelanto que ornamentaba aún más la postal del estilo de vida americano.
Fue así como la televisión se apropió de una gran difusión y su relevancia comenzó a ser mayor en la sociedad, en comparación con los otros medios, pues modificó, radicalmente, conductas sociales, costumbres familiares y estructuras de pensamiento. Muchos chilenos (claro está, los con más poder adquisitivo) empezaron a dejar de lado el comedor como centro neurálgico para reunirse en familia, dándole mucha más importancia al living que acogía día y noche ha aquella cajita mágica. No pasó mucho tiempo para que la televisión fuera la principal herramienta en la nueva estructura jerárquica de la comunicación de masas. Rápidamente se convirtió en un elemento indispensable, dejando muy de lado a la radio, el cine y la prensa escrita. Ya no bastaba con tener un aparato, mejor era comprar otro y ponerlo en la pieza, o donde fuera más útil. Está claro, el mundo ya se había moldeado, y la televisión estaba incrustada en la memoria colectiva, regalándonos las piezas perfectas para armar en nuestro cerebro, una mentalidad televisiva.